En mi despacho tengo tres teléfonos. El primero es uno
digital, muy moderno, para las llamadas habituales internas y externas. El
segundo también es digital, algo más sencillo, pero solamente recibo llamadas
de mis superiores y de altos mandos de otras agencias. Yo le llamo el teléfono ‘caña’
porque al otro lado del hilo, con total seguridad, hay un pez gordo. El tercero es un teléfono analógico rojo
el cual solo sonaría si el presidente de los Estados Unidos de América se
dignase a llamarme, algo que dudo porque creo que no tiene constancia ni de que
existo.
(Ring, ring – suena el teléfono ‘caña’)
- Director Aarón, ¿quién habla?
- El nuevo no puede acceder al ordenador…
-¿Cómo dice?
(Pi, pi, pi – comunicación cortada)
- ¿Pero qué demonios…?
(To, toc – llaman a la puerta)
- ¿Sí?
- ¿Señor?
- Sí Emma, adelante…
- Disculpe señor, al parecer Robert tiene dificultades para
acceder al ordenador de Michael…
- ¿Qué?
- Que Robert tiene…
- ¡Sí, sí! Ya te he oído… ¿Qué es eso de que no puede
acceder? Tendrá su usuario y contraseña y el sistema cargará su perfil, ¿no? ¿Michael
no lo dejó previsto?
- Sí señor, lo dejó previsto, me dijo que Robert podría
iniciar sesión con sus propias credenciales actuales pero que ya le había
actualizado el perfil para que tuviese acceso a los datos y funciones que
necesita, además me aseguré de que realizase guías de qué y cómo se tenían que
hacer los trabajos rutinarios, los cuales me entregó, cómo no, el último día.
Además tengo un sobre con sus propias credenciales por si acaso, aunque me dijo
que solamente se podrían usar una vez porque cambiarían y solo él podría saber
las nuevas claves generadas.
- ¿Entonces?
- Entonces el ordenador no reconoce las credenciales de
Robert, ¿podemos usar las de Michael?
- Supongo que sí, que no habrá problemas, ¿Robert sabrá
luego autenticarse o darse los permisos para ese equipo?
- Seguramente sí, era simplemente por pedirle permiso para
autorizar las contraseñas de Michael.
- Bueno, pues adelante…
- Gracias señor, ¿le traigo otro café?
- No Emma, muchas gracias, cierre por favor…
(Ring, ring – vuelve a sonar el teléfono ‘caña’)
- Director Aarón, ¿quién es?
- No valen de nada las otras credenciales…
- ¿Cómo dice? ¿quién es?
- No van a poder acceder a ese ordenador, solamente yo puedo
hacerlo…
- ¿Quién demonios eres? ¿Michael? ¡El estar de vacaciones no
te va a librar de un castigo ejemplar si no dejas de hacer el idiota y…!
- No soy Michael señor director…
- ¿Entonces quién demo…?
- Cuide su lenguaje y el tono señor director, la gente se
disgusta cuando utiliza palabrotas y grita…
- ¿Pero qué mier…?
(Pi, pi, pi – de nuevo con la palabra en la boca)
(To, toc – interrumpen unos nudillos en la puerta)
- ¡Maldita sea! ¿Qué cojones pasa ahora?
- Disculpe señor… yo…
- Perdona Emma… ¿qué pasa? ¿Las contraseñas de Michael no
funcionan?
- No señor, no funcionan, y tampoco las mías en ese
ordenador… Tal vez las suyas…
(Ring, ring – una vez más)
- No me digas, las mías tampoco van a funcionar, verdad?
- Inteligente señor director… muy inteligente… solo yo puedo
acceder a ese ordenador…
(Pi, pi, pi)
- ¿Quién era señor?
- Nadie Emma, nadie… llame a George Cutter, tiene el teléfono
en sus contactos, dígale que nos vemos en 5 minutos en la sala naranja, que es
urgente… Y trata de localizar a Michael, cueste lo que cueste…
- Sí señor… ¿pasa algo?
- Haz lo que te digo Emma, no sé si pasa algo o no…
¿Quién me podría llamar al teléfono ‘caña’? ¿Cómo sabía quien
fuese que las contraseñas, las de Robert y las de Michael, no iban a funcionar
en el ordenador? ¿Cómo supo que iba a probas con las mías? ¿Tendría micrófonos
en el despacho? No tenía ni idea de lo que se me avecinaba ese día que tan solo
acababa de comenzar…
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